jueves, 31 de diciembre de 2015

(N/A)

En otro tiempo solía compartir sus historias conmigo.
Creo que ahora platicamos mejor sobre cosas que tenemos en común.
No me siento más sola, a comparación de antes. 
Pero los tiempos han cambiado, cada vez que reviso la ventana me siento protegida, inalcanzable. 
Me dijeron que los tiempos han cambiado, que ahora es buen momento, pero viniendo de su familia, no debería tomar esa palabras en serio.
Comimos juntos, nada más, se marcharon pronto.
No estoy segura de nada, eso está bien, porque ahora no finjo haber sabido.
Ayer llovió. No creo estar perdiendo el tiempo. 
De este lado, donde crecen los pinos encuentro la paz que siempre quiso.
Su tía se portó bien con nosotros. 
Me agrada comprobar que Martina ya se siente mejor, le aviento la pelota y ella me la devuelve.
Si no se hubiera enfermado, jamás me habría preocupado. 
Que bueno que ahora estoy más al pendiente.
Los perros viven menos tiempo que las personas. 
Hay personas que no merecen vivir más que un perro.
En otra época Carry y yo jugábamos junto a los pinos.
Si Carry no hubiera tenido una hija, yo no habría conocido a Matina, sin conocerla jamás me habría dado cuenta de que yo también moría. Moría menos.
Me gusta descansar en días como el día de hoy, ya terminado el trabajo, ya comenzado lo mejor.
El frío del bosque es sobrecogedor.
Pienso que el bosque es como un segundo hogar para mí. 
Mi madre se quejaba todo el tiempo del mal tiempo que había en su tierra natal.
La primavera, me ha contado Sil, llegó más tarde este año.
La gente de la fiesta se portó bien en general pero de todos modos me robaron algo. 
Prima, prima, ¿cómo es que después de todos estos días nada has cambiado?
Corrí hacia los pinos para recibir un poco de sombra. 
No entiendo bien cómo funcionan los árboles. A veces nos ayudan a concentrarnos, a veces nos cobijan, muchas otras ocasiones nos enfrían. 
Las opciones de vida en la ciudad son limitadas.
Viviendo contigo o con quien fuera... no habría importado. 
En las noches tristes me subía a la parte más alta de la caza y cantaba canciones que iba inventando en el momento. 
Despierto agitado cuando sueño con cintas métricas.
Sé que no estamos cerca. 

lunes, 28 de diciembre de 2015

(N/A)

A y yo caminamos mucho rato, él hacía comentarios sobre lo fuertes que eran sus piernas a cada oportunidad, yo lo escuchaba y me reía. Pensé en platicarle una idea que tenía atrapada. Se trataba de cómo inició este proyecto y de por qué siempre me pareció extraño que las personas se despidieran de mí cuando decidían marcharse por un tiempo. Digo por un tiempo pues ninguno de ellos ha muerto y el trato sigue en pie. El proyecto continúa gracias a A y a mí, además, nunca hablamos de los términos del mismo... porque los íbamos a descubrir entre todos. Cada miércoles me paseo un rato entre los recuerdos y cada viernes contribuyo de alguna manera. Ese día me propuse contribuir con ideas sobre el reciclado. Pero me estoy desviando de lo importante. Semanas atrás, mi ex esposa y yo coincidimos en una fiesta. No me habría sorprendido que me saludara y se fuera o hasta que me escupiera en la cara, mas eso no sucedió, ella simplemente desapareció en cuanto me vio, sin decir ni pío, fingiendo que no habíamos hecho contacto visual. Sé que soy un mal esposo, o en este caso, un mal ex esposo, no obstante, no pienso que me merezca este tipo de cosas. Nos vimos, nos sentimos... Dana fue alguien muy importante para mí por un largo tiempo en mi vida. Es natural que cuando intente contarle a alguien de dónde vengo y hacia dónde me dirijo cuando me preguntan detalles más íntimos de mi persona, igualmente encuentro natural contarles acerca de mi ex esposa y nuestra pequeña compañía de pulseras y collares. Hablo de respeto, de no negar que mi ella estuvo luchando conmigo. Es como si un día me despidiera de A y él me pagara por mis servicios de amigo. ¿Le diría adios? No lo creo. Las despedidas son cosas un tanto cobardes. La semana pasada estuve sentado en una barra de comida con A y le conté todo esto. Me faltó contarle más sobre nuestro proyecto, sí. La verdad es que para mí la comuna, o es espacio, la fábrica, como se le llame, es algo de todos nosotros. Para mí no hay privilegios por antigüedad o por número de contribuciones, ni siquiera distingo a los demás e mí, quien originalmente tuvo la idea. Alex nos puso en un dilema el año pasado cuando se puso de malas a exigir que le entregáramos la primera placa que imprimimos como equipo arguyendo algo sobre nuestras ganancias debido a su insistencia en usar nuevas tipografías. No accedimos, pero todo en razón a las normas de la comunidad. En fin. La semana que viene, K nos deja. Me mandó un correo por la mañana. No le voy a escribir nada. Será mejor así. Que se entere cuando se tenga que enterar. La cosa no para. Mas las puertas no se cierran para nadie. Todos somos y nadie es el miembro más importante del equipo. Creo en la igualdad, pero no creo en las escaleras de poder, ni en las pirámides. Cuando me muera quiero que me traten como a cualquiera. Excepto que no quiero tierra en ningún lado. Quiero que me cremen y que después me arrojen a lo que quiera, a la cara de alguien, al viento matutino, a los cañones del cobre, a donde sea. No me voy a despedir. Me niego. Si se quieren olvidar de mí que sea por su propia voluntad y no por algún momento de egoísmo. Así sea.

lunes, 10 de agosto de 2015

Mi gato Cris ha muerto el día de hoy (Eulogy).

Quisiera decir que era mi gato favorito pero sería decir una mentira. Lo quería mucho, eso es verdad. En los últimos años no tuve un gato favorito. Y pensar que hace tantísimo tiempo me costó tanto trabajo acostumbrarme a tener dos gatos. ¡Eran muy pequeñitos! Cuando murió su hermano sufrí mucho, le escribí una carta para decirle que no lo íbamos a olvidar, todavía tengo esa carta guardada en mi cajón de tesoros. Cuando eran pequeños los dos, mirábamos mi hermana y yo un programa bobo en la televisión. Zaboo Mafoo. Con los hermanos Cris y Martin. Eran hermanos que no se parecían mucho entre sí. Encontramos a Cris y a Martin chillando, pequeñísimos, trepados en la llanta de una combi que todavía tenía el motor caliente, en nuestro estacionamiento. Los adoptamos sin pensar mucho. Mi hermana y yo éramos muy pequeños, quizá ella iría en la preparatoria, yo apenas entraba a la secundaria. Me cabía uno en cada mano. Se trepaban por mis piernas, me parecían muy simpáticos. Los quería mucho a los dos, pero siempre me llevé mejor con Martin. A martin le gustaba pelear conmigo, me mordió y me rasguñó muchas veces. Martin fue el primer gato que me mordió la nariz y que me rasguñó los cachetes. Cris siempre estaba como de fondo para mí, mirándome portarme mal sin decir nada, aguantándome hasta donde podía. A él no le interesaban los juegos tontos que tenía con su hermano, no le gustaba pelear. Cuando tendría unos cuatro años de edad, Martin, su hermano, desapareció. Cris estuvo maullando en la ventana la tarde que Martin no regresó. Había olvidado eso. Ambos maullaban mucho, maullaban porque los teníamos que dejar solos en el departamento, maullaban pero siempre se hacían compañía y eso nos dejaba tranquilos a nosotros. A los vecinos no, ellos se quejaban de que nuestros gatos maullaban en las noches. Es mejor, pensamos, por supuesto que es mejor tener dos gatos que tener sólo uno. Así pueden hacer cosas juntos mientras no estamos. Ya no recordaba que cuando los sacábamos a jugar no les daba mucha confianza el jardín. Qué hermosos se veían jugando en el pasto, con su torpeza, dando manotazos. Cazaban. Martin solía cazar más. Él cazaba ratones, pájaros, mariposas, y nos los dejaba en la puerta. Cris tomó la batuta cuando Martin se fue y se dedicó a cazar más. Mas nunca lo miré como a un animal beligerante o como a un cazador despiadado. Él traía presas, casi siempre, cuando no le dabamos de comer las cosas que él quería. Cris, animal hermoso, cómo te extraño y no tiene ni un día que sé que estás muerto. 

Cuando lloraba ustedes no eran indiferentes. La gente es tonta, por eso habla mal de los gatos, la gente ignora. Mis gatos me acompañaron por algunos de los años más difíciles de mi vida y siempre me regresaron al presente. 

Cuando llegó Gin, me di cuenta de algo que no sospechaba: era alérgico al pelo de gato. Como sea, logramos que Gin y Cris se llevaran bien aunque nos costó mucho trabajo. Probamos ponerlos en proximidad, la una metida en el tambo de la ropa sucia, el otro metido a veces en su jaula. No salía bien la cosa. Gin es una gata muy territorial. Cris la dejó ser. Cris, gato benévolo. Tú conociste a tanta gente que quise y que hoy se ha marchado. Tú conociste a mis mejores amigos y mi familia, a casi todo el mundo conocías. Y ellos a ti. Eras el gatote, el gato enorme, el gato gigante. Eras un animal precioso, con tus colores negro, amarillo y blanco. Tus garras eran enormes. De vez en cuando me recordabas que contigo jugar no era cosa de niños. Pero eras un gato muy noble, muy dócil. Nunca te vi ser grosero, ni siquiera con gente que se lo merecía. Te íbas, te marchabas. Eras un gato listo e independiente, muy inteligente. Quizá por eso no nos llevábamos también. Yo tan dependiente y tan fácil de engañar. Si no te dejaba subir a mi cama fue por aprender con la gata gorda que los pelos de gato eran lo que me hacía estar constantemente enfermándome. Pero aún así me gustaba que me vinieras a buscar. O que te treparas en el lavabo para llamarme la atención. La primavera pasada no dudaste, me hiciste darme cuenta de cuando estaba comportándome como un zombie. Gato tierno. Ronroneabas con amor. Gato bonachón y anodino, te sentabas en mis piernas porque en ellas sí cabías.

Me siento muy mal, porque en los últimos meses no nos llevábamos tan bien. No es que te quisiera menos, es que tenía muchos problemas, es que trataba de mirar a dos sitios al mismo tiempo y sentir la atmósfera de un tercero. Luego, llegó el Maya y tuvimos que hacer espacio para él también. Donde caben dos, caben tres; tú lo dejaste estar en la casa. Le marcaste tus límites, pero lo dejaste estar. Y yo me distancié un poco de ustedes tres. Hace unos días cuando lavé mi cobija y bajé a descolgarla bajaste conmigo al jardín y jugamos un rato. Te aventaba la rama y tú ibas corriendo a agarrarla. Tantos gatos hay ahora en esta unidad. Y tantos que no están esterilizados. Tú siempre tan tranquilo, sin buscar pleitos. Maldito sea ese gato negro que venía a marcar territorio a la casa. No sé si él tuvo algo que ver, aunque sospecho que no. Hoy en la noche al voltear a ver donde te encontré ahí miré al negro oliendo la sangre que dejaste. No sé qué estaría haciendo pero lo espanté. 

Si por mi fuera, bajaría con el rifle de madera, con ese que usaba para jugar cuando era niño, ese que me pintaba las manos. Bajaría en medio de la noche y convocaría a todos los gatos. No les hablaría, pero todos me estarían esperando. Porque todos se acuerdan de ti. Hasta tu asesino, que seguramente no vio tu muerte como algo antinatural. Me diría que así son los gatos. Yo qué sé, yo sólo soy un humano. Allí en medio del estacionamiento, con mi rifle de madera al hombro y con un séquito enorme de gatos, me quedaría parado, mirándo a la luna. Y maullaríamos todos juntos unas veinte veces. O cincuenta. El número de años que hayas vivido en cuenta de gatos. Sé que fueron doce al menos, pero apostaría a que fueron muchos más veranos. No tengo muchos recuerdos en los que no seas ya parte de mi familia. Gato elegante, gato simpático, gato valiente. Peleaste por tu vida hasta el último momento. Lo sé porque vi los restos de la batalla. Tanto te gustaba echarte al sol, dejarte calentar por los rayos del magnífico, que hasta pensé por un momento que no más estuvieras dormido. Me dejaste en claro que no me puedo morir sin dar una buena pelea y sobre todo, no me puedo morir antes de que mi madre muera. Eres mi hermano, eres mi amigo, fuiste mi protector. Si mi patronus tuviera forma seguro cambiaría esta noche y en adelante te materializarías allí, como mi defensa más dura contra todos los males, como una epifanía, un momento feliz. Eras orgulloso, elegante, nunca engreído, sobre todo cariñoso. Ay, esa voz ronquita que tanto le gustaba oír a mamá. Eres uno de los míos. Debo vivir y hablarle bien de usted a todo el mundo, compañero felino.


jueves, 9 de julio de 2015

Lo que he hecho por una mujer (4).

Yo no le miro las nalgas a las mujeres cuando van por la calle, tampoco espío escotes, les digo cosas groseras y sexuales al pasar a un lado o aprovecho tumultos para rozarlas con mi entrepierna. No. Yo soy respetuoso. Cuando una mujer me gusta la miro directo a los ojos, intentado que ella conozca todos mis sueños de una sola mirada. 
Sin embargo una vez si me volví un macho cabrio, un lepero que iba erecto a todas partes, y se ejercitaba a desmedida planeando una noche en donde mi victima llegara no sólo hasta el orgasmo, sino hasta la inconsciencia. Mi victima era esa chica de aspecto intelectual que al no saber su nombre bauticé con Tarde de niebla.
A Tarde de niebla le susurré cosas, le miré el trasero con descaro y una vez me puse detrás suyo para que sintiera toda mi virilidad. Vi pornografía para imaginarla a ella ahí, con un músculoso, con dos tipos, en una orgía. La pensé en bikini, amarrada, lubricada y necesitada de mí. Más allá de mis groserías nunca intercambiamos palabras, con miradas bastaba para que ella se enterara de todo el deseo que le tenía. Y en la Facultad de Filosofía y letras, donde nos cruzábamos, ella no se ofendió; en ese ambiente de respeto y comunión, Tarde de niebla parecía excitada ante mí.
Esa actitud no pude mantenerla, yo no quería ser así, pronto volví a mi timidez, el deseo se apaciguó y ella, como la niebla, una tarde se difuminó.

domingo, 21 de junio de 2015

Lo que he hecho por una mujer (3).

Me enamoré de Marisol cuando ambos teníamos 6 años. Eramos compañeros. En clase o en el recreo no nos reuníamos, pero al salir siempre lo hacíamos juntos. Ella se mostraba animosa al verme, yo veía en ella una revelación, supe por vez primera porque había gente, mundo, universo; ¡Lo más importante en la realidad es la vida!, sin ella todo es una roca gigante y hueca.
No sospechaba que cuando el primer curso de primaría acabara ella cambiaría de barrio y nunca nos veríamos otra vez. Los últimos días quise besarla, había visto en la televisión que las personas que se quieren suelen volverse uno en un beso. Yo quería que ella estuviera siempre conmigo, pero no podía, ella corría fuerte, yo me tropezaba a cada tramo.
Hubo una feria en la colonia, creí que ella iría con sus padres, su hermana menor y su hermano recién nacido. No la vi. Yo asistí con mis cuatro hermanos, tan inquietos como yo, mi padre siempre frío y mi madre despistada. Y con gran atrevimiento exigí subir a todos esos juegos que provocaban gran vértigo, las tasas, el dragón que daba toda la vuelta, el martillo... No tuve miedo, no hubo siquiera una nausea en mí porque susurraba una y otra vez "Marisol, Marisol, Marisol..." y cualquier atisbo de espanto se difuminaba.
Marisol, Marisol, Marisol... y toda mi niñez pude subirme a juegos vertiginosos y brutales, ser el niño más valiente de cualquier feria en la que estuviera.

Lo que he hecho por una mujer (2).

Suelo perseguir a las mujeres en la noche. Pero no para acosarlas, sino para protegerlas. Tengo cierto entrenamiento, alguna habilidad en el combate y mucha resistencia. Al tener ello tengo también una responsabilidad para con la sociedad, mi Ciudad y mi tiempo, si puedo hacer algo por otra persona debo hacerlo.
Dan las diez, las once, llega medianoche y bajamos del Metro, del Metrobus, una chica que viene del colegio, otra con su traje sastre, una más con sus tacones y su bolsa plateada; salen y apresuran el paso, empujadas por el viento, las avenidas se vuelven más largas y las luces pierden brillo y ganan una oscuridad llena de secretos. Yo voy detrás, atento, sigiloso, con una mano ya vuelta puño si acaso ese teporocho o el borracho trajeado o el vulgar aquel con más panza que inteligencia, se aproximan a ellas. Quieran robarlas, tocarlas o tan sólo decirles una leperada y yo seré brutal.
Y si acaso llego a defenderlas no me importa que me agradezcan, lo relevante es que puedan seguir mañana alimentado la vida de quienes las aman y hacerlo con alegría y pan.
Las persigo hasta la calle donde viven o hasta donde abordan otro transporte, lo hago con tanto silencio que sólo una de las varias se ha percatado de mi presencia. Y ha sido divertido y un tanto irónico porque ésta echó a correr al saber que la seguía.

sábado, 13 de junio de 2015

Lo que he hecho por una mujer.

Una tarde vi llorar a Tania Medina. Los maestros entregaban las calificaciones finales del último año de preparatoria y uno de ellos, que nos había pasado a todos los compañeros con 6, a Tania la reprobó. Ella no fue una buena estudiante y seguramente se lo merecía, pero yo no quería verla llorar. Le rogué al maestro que la pasara, que no fuera tan cruel y él sólo me dijo: "Cambiamos, a ella la paso, pero a ti te repruebo". 
En un principio consideraba a Tania como a una estúpida, una bobalicona presumida y consentida, que quería tener todo sólo por ser atractiva e hija única. La menospreciaba, hasta que empezamos a hablarnos. Sus labios rojos y sus pestañas como olas bravías provocaron que tantito una noche, tantito más la siguiente, empezara a soñarla. Cuanto quise cargarle la bolsa, compartir un helado, cerrarle la chamarra, ¡Cuanto desee acompañarla en sus paseos solitarios en su auto y por toda la Ciudad!
"¡Cambiamos!, ¡A ella la paso, pero a ti te repruebo!" y titubee, mi cobardía me mantuvo callado toda esa tarde. Tania siguió llorando y yo no supe confortarla.
Ahora lo sé, Tania Medina será la protagonista de mi tercera novela, haré un libro sólo para que ella sonría.

Cuando esos hombres...

Cuando esos hombres por fin lo atraparon uno de ellos le aseveró:

- Hace una hora eras mujer.

jueves, 7 de mayo de 2015

Redención de la burbuja

No sólo se trata de volar, a veces hay que hacerse el testarudo y aferrarse a la tierra, engolocinarse con la gavedad - ¿de qué?- pues de todo hombre, de todo: de las palabras, de las leyes, de los asuntos, de los amantes. Si uno quiere levantar el vuelo hay que poner oposición. El sueño que es pesadilla pero que sigue siendo sueño; lo que amamos y matamos y deseamos volver a tener una vez más. La contrariedad de decir adios cuando se quiere decir quedate. Hay que aprender que se vuela sin alas, vacios totalmente, como la burbuja.