domingo, 21 de junio de 2015

Lo que he hecho por una mujer (3).

Me enamoré de Marisol cuando ambos teníamos 6 años. Eramos compañeros. En clase o en el recreo no nos reuníamos, pero al salir siempre lo hacíamos juntos. Ella se mostraba animosa al verme, yo veía en ella una revelación, supe por vez primera porque había gente, mundo, universo; ¡Lo más importante en la realidad es la vida!, sin ella todo es una roca gigante y hueca.
No sospechaba que cuando el primer curso de primaría acabara ella cambiaría de barrio y nunca nos veríamos otra vez. Los últimos días quise besarla, había visto en la televisión que las personas que se quieren suelen volverse uno en un beso. Yo quería que ella estuviera siempre conmigo, pero no podía, ella corría fuerte, yo me tropezaba a cada tramo.
Hubo una feria en la colonia, creí que ella iría con sus padres, su hermana menor y su hermano recién nacido. No la vi. Yo asistí con mis cuatro hermanos, tan inquietos como yo, mi padre siempre frío y mi madre despistada. Y con gran atrevimiento exigí subir a todos esos juegos que provocaban gran vértigo, las tasas, el dragón que daba toda la vuelta, el martillo... No tuve miedo, no hubo siquiera una nausea en mí porque susurraba una y otra vez "Marisol, Marisol, Marisol..." y cualquier atisbo de espanto se difuminaba.
Marisol, Marisol, Marisol... y toda mi niñez pude subirme a juegos vertiginosos y brutales, ser el niño más valiente de cualquier feria en la que estuviera.

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