sábado, 10 de enero de 2009

Tres parejas: Alenka y Alfredo (2 de 2).

(Esto les debía. Perdón por finalizarlo meses después; la nostalgia hizo estragos durante algunos días de mi vida por lo que me mostré distante y extraño. Pensé en lo que pudo haber sido y no fue.)


...Adentrándose a calles que nunca antes habían pisado, Alenka recordó la primera vez que alguien la besó. Tenía doce años, iniciaba su educación secundaria y un chico de último grado le pidió noviazgo. Ella aceptó porque necesitaba experimentar. En un salón vacío, acabando las clases, sus labios perdieron el mutismo infantil...
Pronto llegaron a otra avenida. Alfredo descubrió un bar. Un letrero invitaba a los consumidores a pasar y mirar un partido de fútbol español por tv de paga. Él nunca había bebido alcohol en su vida, sin embargo - buscando algo diferente - planeó entrar con ella.
- Entremos.- dijo cuando ambos estuvieron frente al local.
- ¿De verdad? - Alenka se mostró extrañada.
- Sí.
Alfredo empujó una puerta doble hecha con madera y cristal, cada hoja con un vidrio que iba desde la mitad de la puerta hasta el techo. Al entrar un empleado volteó a verlos. Al instante se puso frente a ellos, expresando:
- Sólo mayores de 18 años.
Alfredo no esperó aquello, dijo de inmediato:
- Tenemos más de 18 años.
El empleado miró a Alenka con especial interés; inflexible, le pidió a Alfredo en un tono hosco:
- Sus credenciales de elector.
- Yo no la he sacado y ella la perdió hace unos días.- mintió Alfredo, volteando a ver a Alenka con una impotencia que le dañó.
El empleado, quebrantandoles el paso, pronunció de una manera soberbia:
- Entonces no pueden pasar.
Alfredo lo miró fijamente. El empleado evitó su mirada volteando hacia el rostro de Alenka. Ella comenzó la partida y antes de seguirla, él reveló su desprecio:
- ¡¡Vete a la mierda!! - Alfredo dio la espalda, pero volteó otra vez cuando el empleado reaccionó diciendo:
- ¡Chinga tu madre!
Alfredo estuvo a punto de lanzarse hacia aquel joven de 26 años, alto y barbudo, pero Alenka lo tomó de una mano y le anunció:
- ¡No hagas tonterías! No vale la pena.
Él miró al empleado con unos ojos profundos, pintando una tarde con misterio.
Ambos salieron de aquel lugar, ella decepcionada, él: bizarro. Caminaron unos metros hasta que Alfredo soltó la mano de Alenka y le advirtió:
- Corres con todas tus fuerzas.
- ¿Qué?...
Ella quedó inmóvil, miró el correr de su acompañante hacia el bar. Alfredo cubrió su puño derecho con la manga de su sudadera. Con todas las fuerzas que su juventud y su entrenamiento de kárate le otorgaban, rompió uno de los vidrios de aquella puerta. Su puño sangró un poco y al instante se lanzó hacia la escapada. Alenka hizo lo mismo sin remedio, pero no sólo su falta de practica la reprodujo lenta, sus tacones de 4 centímetros fueron dejándola atrás. Al ver esto, Alfredo decidió regresar. El empleado del bar fue tras ellos, no supo que hacer cuando aquel muchacho, con un rostro furibundo, retornó y se lanzó en contra suya. Ambos se sujetaron el cuerpo. Sólo un caminante - desde una acera que parecía otro continente - se detuvo a contemplarlos. El empleado tomó del torso a Alfredo. Alfredo sujetó un brazo y con su otra mano apretó furiosamente los testículos. Sin resistencia, de un empujón mandó al empleado al suelo...
Siguieron corriendo. De pronto Alenka resbaló, pero Alfredo alcanzó a atraparla. La cargó durante diez metros, su velocidad buscó sin desespero una meta confiable. Escaparon. Tácitamente prometieron no regresar por los alrededores hasta que un año fuera marcado con el olvido, pero algo dentro de Alfredo le informó que no cumpliría esa promesa...
20 minutos después, arriba de un puente peatonal, Alenka le dijo:
- No debiste haber hecho eso.
- Hay muchas cosas que nunca debieron haberse hecho, pero están hechas... Es la fatalidad.- Alfredo, por algún motivo, recordó a su amigo Jorge Vargaz.
- Eso es lo que me molesta de ti.- Alenka lo miró atentamente - Evitas pensar en las consecuencias.
Alfredo le refutó con una voz clara y fuerte:
- No es cierto. Pienso en ellas.
- Si pensaras en ellas no harías lo que haces.- Alenka alzó la voz.
- Sé que cada movimiento tiene consecuencias. Pienso en ello cada vez, en cada acto. Y si aún así lo hago es porque no tengo miedo.
Alenka lo miró con desden. Le advirtió:
- Algún día las consecuencias caerán sobre ti sin que puedas hacer algo para evitarlo.
Callaron. Comenzaron a descender del puente. Alenka estuvo atenta a cada paso que dio, él observó el horizonte automovilistico, tocando las pequeñas costras de su puño que se habían secado.
- ¿Sabes qué es lo que necesitas para cambiar esa actitud? - le dijo Alenka, esperanzada.
- ¿Qué?
- Una persona trascendente.
Alfredo miró los escalones, trató de olvidar el rostro trepidante de una chica que no hacia mucho había entrevisto por primera vez. Al pie de la escalera, Alenka lo detuvo susurrando:
- Espera.
Sujetó las mejillas de Alfredo con sus manos suaves, cargadas de un perfume crepuscular. Lo besó, deseando un futuro pintando de bonanza y seguridad. Se besaron como nunca antes lo habían hecho, con una promesa sexual.
Casi 40 minutos después, Alfredo estaba sentado - sin sudadera, sin camisa - en la orilla de una cama de hotel. Miraba en lo alto una televisión encendida, donde se reproducía una película pornográfica. Alenka terminó de quitarse los pantalones de mezclilla; vestida con ropa interior hipnotizante, se subió al colchón y gateó hasta Alfredo. Le acarició la espalda y le murmuró de una manera irrevocable:
- Ven.
Pero él no contestó.
- Alfredo deja de ver esas cochinadas - Alenka miró su perfil, la nariz griega, los ojos cafés, la piel blanca. Lo besó en la mejilla, pero él continuó ausente; fue como si Alfredo no viese el televisor: estuviera nadando en mar abierto.
- Apaga eso.- y ella lo besó casi en un ojo.
- Sólo un poco más.- Alfredo susurró, en su voz algo nació sin miembros, cayó sin alas.
- Ven... - ella volvió a decirle, pero él no estuvo allí.
- ...Un poco... más...
Alenka se movió hasta el control remoto pegado en la pared. Apagó el televisor y regresó lentamente hacia el presente.