miércoles, 30 de julio de 2008

Gotera

te amo

te amo

te quiero
te quiero
te quiero

te quiero

ya no
( me tratas de tapar con esa masa gris, deforme y de beso rojo!!)
o
o
o
! o
o
! ! !

o
! !

lunes, 28 de julio de 2008

Arranque

(Para él, que enloquece, vuela y me lleva... Daniel)

Desnudémonos pues:
tan sorprendidos como siempre,
tan ansiosos y asesinos del pudor.
Desnudemos las caricias,
el aliento, las lagrimas...
al silencio que acaricia tu cuerpo.

Desnudemos los instantes,
las peleas, los enojos y las tristezas,
a los amores malos, a los pendejos.

Desnúdame desde el pie hasta el cerebro,
de mi ombligo al esqueleto.

Que yo desnudo,
desde mis sueños
algo que parece ser
veneno.

El dichoso Juan

Envejecer es uno de los miedos más intensos en el ser humano, le asusta dejar de ser lo que era, le asusta dejar de hacer lo que hacía, le asusta el cambio (en su interior y en su exterior). Pero el miedo a envejecer solo esconde un miedo aun más terrible, el miedo a morir.
La muerte es un proceso natural en todo ser humano, nos lo dicen desde pequeños:
- El ser humano nace, crece, se desarrollo y muere, muere, MUERE.
Aunque la muerte es natural, todos nos aferramos a la idea de que la muerte llegará después, cuando todo lo que pensábamos hacer esté hecho; hacemos planes, nos ilusionamos por lo que seguirá, por las personas que queremos conocer, por los lugares que queremos respirar.
- Un día de estos iré a pedir trabajo en la tortillería, siempre que voy está atendiendo una persona diferente. Tal vez no les gusta que los manden y mejor se van.
Con el paso de los años el miedo aumenta… morirá en cualquier momento.
Y empiezan a llegar los parientes lejanos, aquellos que has visto dos veces en tu corta vida; aquellos parientes a los que, todos los días de su vida, les azota la idea de no poder conseguir aquello que tanto quieren.
Y vienen a buscarte, con la esperanza de ser parte de la gran lista de herederos, por que las voces dicen que es una gran herencia.
Y llegan un domingo, con la gran familia a contarte todas sus penas y desgracias, y desgraciados de ellos si al salir por la puerta no se han dado cuenta de que la familia de casa es mas grande, y con más necesidades; y desgraciados de ellos si después de todo siguen pensando que cuando la muerte llegue serán ricos, desdichados, por que lo único que obtendrán son penas y problemas. Problemas más grandes que lo que desearan será la muerte, pero la muerte en sus personas.


MUERTE, no te llamó por que ya eres la protagonista de la VIDA.

jueves, 24 de julio de 2008

METUS.

(para Ricardo Ruiz Lezama alias Charlie Brown, porque "lo bello es el comienzo de lo terrible")



- ¿Tienes miedo? - preguntó la Mujer.
- ¡No tengo miedo! - contestó el Hombre - ...Pero recuerdo que soy humano y si lo tengo... La sangre se agolpa con furia en las paredes de mis piernas, de mis brazos. Me siento inquieto, un cosquilleo exita mis extremidades. Mis ojos se abren cual faros que buscan barcos a medianoche. Mis pupilas se dilatan. Sudo, mi piel se vuelve la orilla de una playa. Mi boca se abre, mi boca se cierra. Mis musculos se tensan, me siento ligero y a la vez torpe. Toda mi atención esta en Aquello, en el Miedo, en su causa y en su consecuencia. Existo para él, existe para mí. ¿Podré ser libre por fin? ¡¿Sobreviviré otro día?! ¡¡¿Podré sonreír otra vez?!! ¡¡¡Oh dios tengo tanto miedo!!! ...Entiendo que el Miedo es la perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo real o imaginario. Entiendo que el Miedo es indispensable para la supervivencia, quien no lo padece está destinado a morir pronto. Pero no entiendo porque Yo debo tener Miedo. Debo ser fuerte, soportarlo. Abrir completamente los ojos y no esconderme... De pronto el sitio se vuelve mucho más oscuro, los objetos pierden consistencia. ¡Me siento tan pequeño y solo! Mi cuerpo se estremece al advertir cualquier movimiento. La temperatura se eleva hasta derretir mis esperanzas, pero tambíén desciende hasta petrificar mis venas. No puedo respirar. ¡No puedo respirar! Quisiera correr pero mis pies no responden, mis piernas vibran de una manera asquerosa y mi vejiga explota... ¡Quiero despertar! ¡¡Quiero despertar!! ¡¡¡Quiero despertar... ahora!!!... No aguanto. Estoy... estoy... ¡Estoy llorando! Es opresor este aire, ¿por qué la lentitud de mis movimientos? ¿Por qué no puedo ser libre?... ¡¡No!! ¡¡No!! ¡¡¡Por favor, ya NO!!...

La Mujer, entonces, caminó hacia la puerta. Y la cerró.



*Metus= palabra latina que significa Miedo.

lunes, 21 de julio de 2008

Últimas tardes en la prepa.

Desde que mi tía Ciria y mi tío Santiago comenzaron a vivir juntos tuvieron sirvientes en su casa. Uno de ellos fue un hombre moreno, delgado, de quizá 1.50 cm de estatura. Su cara tenía cierta similitud a la de Benito Juaréz, incluso llevaba el mismo peinado. Usaba unos tenis azul marino, baratos, de la marca panam (lo recuerdo porque mi padre, siglos atrás, calzaba los mismos). Y cada vez que aparecía por la casa llevaba el mismo traje verde, aquel que lucía varias remendadas (he olvidado su nombre, tal vez también se llamaba Benito).
Don Benito (me dijeron que tenía 50 años de edad, sin embargo su cabellera era totalmente negra) era una persona lenta en movimientos, pero siempre diligente. Le gustaba conversar y su simpatía llenaba de color la habitación.
En las mañanas, en esa casa grande que de pronto se redujo, sólo estaba mi tío Santiago, Don Benito y yo. Y cuando el primero, que es dentista, no tenía pacientes iba a la cocina a comer algo. Don Benito barría, trapeaba, lavaba los trastes y cuando ambos personajes se reunían resultaban ser una gran pareja cómica. Sus temas de conversación eran tan chuscos que yo no evitaba reír. Pasaban de la trascendencia al absurdo con una gracia sin parangón: me gustaba verlos juntos...
Al regresar a clases después de las vacaciones de fin de año entendí que la preparatoria pronto estaría cerrada para mí. Un ciclo que concluye y tantas personas que dejaría de ver para siempre (y otras, las más preciadas, desaparecerían poco a poco como huellas en una playa).
Una tarde de sábado, cuando estaba solo en casa, la melancolía hizo estragos en mi mente. Me obligó a ir al consultorio de mi tío, abrir con una llave que sólo el dueño debía tener y sacar de un cajón del escritorio una cámara que reproducía las fotos al instante (aquellas que no necesitan un cuarto oscuro o una computadora para el revelado). La tomé sin permiso y varias tardes asistí a la escuela con ella, pero pocas veces me animé a sacar fotos. En las 10 fotos que tengo mis amigos aparecen sacando la lengua o haciendo groserías (no salgo en ninguna: pocas fotos hay de mi persona porque yo soy un misterio; y si aparezco lo hago en una esquina, atrás de alguien o muestro mi espalda).
Pensando devolver esa cámara al lugar donde pertenecía hasta que concluyera el año escolar, mi desición resultaría violenta.
Una mañana en la que yo estaba ausente, mi tío Santiago, por cualquier motivo, buscó su cámara fotográfica. Al no hallarla buscó un poco más. Se desesperó rapidamente y fue hacia la cocina para encarar a Don Benito, a quien eligió de inmediato como ladrón. El acusado se negó con una sinceridad casi hermosa. Mi tío insistió, quería su cámara de vuelta al instante. Y al obtener nada le dijo a Don Benito que estaba despedido. Don Benito, hasta el hartazgo de los tantos rechazos, desprecios, injusticias que había tenido hasta entonces en su vida, permitió que su enojo se volviera puños. Se lanzó a golpes en contra de mi tío y le conectó algunos en la cara. Mi tío, 15 cm más alto que él, pero más torpe, lo sujetó fuertemente. Abrazados, se movieron por el lugar hasta chocar con una ventana y romperla. Al ver los vidrios rotos, algunos con brillos demoniacos, Don Benito se marchó. Y antes de cerrar la puerta amenazó a mi tío con demandarlo por despido injustificado. La demanda llegó semanas más tarde y mi tío Santiago desenbolsó algunos miles de pesos para terminar con el asunto.
Cuando supe de esto mi expresión no permitió ningún matiz. Sin embargo esa noche sentí algo de tristeza por Don Benito y porque jamás lo volvería a ver (quizá murió solo en el cuarto de una vecindad casi derrumbada). Sentí, también, orgullo por mí. Recordando lo que había hecho en lo poco que iba de mi vida no cabía duda que yo era de esos adolescentes terribles que pueden manipular a la gente y que tanto tienen la capacidad para construir algo bello como llevar a la destrucción a cualquier incauto. ...Empezaba a evolucionar...
No volví a usar esa cámara fotográfica. La guardé en un mueble que construyó mi Padre, junto a una caja que reune ciertos objetos que evocan mis aventuras juveniles. Están allí las fotos que tomé: mis amigos, mis desiciones, mi rebeldía. Y mis últimas tardes en la prepa.

domingo, 13 de julio de 2008

¿Verdad que sí me quieres?

... Y sin que lo notaras te seguí los pasos,
ayer pude comprovar que tu me finjias...

Me chocan las mentiras,
¡pero que bonito se oyen de tu boca a mi oido!

sábado, 12 de julio de 2008

INERCIA.

Las noches las paso viendo peliculas(Trainspotting, El ladrón de bicicletas, Los albañiles...), algunos videos(de fantasmas, de bromas, comerciales, videoclips, pornograficos, de los mejores goles, de accidentes...), juego videojuegos(Tekken, Silent hill, street fighter...), leo(La nausea, A sangre fría, La región más transparente...), escucho música(Tiesto, Groove Armada, Solar Stone...) y escribo... No hago todo esto en una misma noche, pero lo intento. Lo que debe ser diario, lo indispensable, es escribir y entrenar. Entreno Karate en las madrugadas en la sala de la casa de mi madre. Y lo hago porque, en el mundo donde estoy inserto, uno debe abrirse camino a puñetazos.
Una noche nublada, de esas donde todo puede pasar, con trailers y ambulancias cantando en la lejanía y algunos perros llorando por su soledad, yo, el chico de los ojos misteriosos, subí hasta la azotea para entrenar. Descalzo, con pants y una playera breve, comencé dando patadas basicas, algunos puñetazos y guardias. Justo cuando el sudor apareció en mi frente, el cielo se rompió un poco más; de las nubes oscuras gotas timidas acariciaron esa parte de la Ciudad. Me detuve y agradecí por la llovizna. Algo nació en mi pecho, salió de mí y me empujó. Llenó de nuevos bríos mi juventud, me recordó que no sólo soy un muchacho también soy la Rebeldía. Mis movimientos adquirieron una fuerza brutal, una velocidad ilimitada. Logré combinaciones largas y complejas, con puñetazos y patadas, giros y brincos. Mis musculos se tensaron como arcos en una batalla, mi sombra se deslizo de azotea en azotea como un ladrón en la noche. Reprimí gritos, pero no el rencor que vive en mi corazón. Y que, sin concesiones, salió y partió al viento. Recordé a varios de aquellos personajes que de alguna manera han apabullado mi vida. Desde presidentes hasta rateros que han asaltado a mis amigos, sus figuras estaban allí. Y yo - mi cuerpo vuelto una llamarada - destrocé narices, rompí medulas espinales y presioné tanto hasta que un hueso quedo expuesto. La locura en mis ojos, mi fuerza desbocada, eran de tal magnitud que de pronto - un rayo iluminando la frente del mundo - brinqué como nunca lo había hecho, pateé como pocas veces en mi vida y algo se rompió dentro de mí. Sentí un navajazo abajo de mi nalga derecha y al descender mi tobillo izquierdo se dobló: Caí.
Caí hacia un suelo cuarteado, gris y mojado cerrando los ojos. El dolor llegó a mi cuerpo como un tren desenfrenado, violando a la noche. Era un dolor tal - sobre todo en la parte interna de mi muslo diestro - que me di cuenta que aún no soy el tipo duro que quiero y debo ser. Mover la pierna derecha significaba apretar los dientes, permanecí en el piso algo mareado - al caer también me golpeé la cabeza -, con el ceño fruncido y sin pensar siquiera en pedir ayuda (un tipo duro nunca la pide, además: ¿quién me ayudaría?). Repentinámente la llovizna aumento en poder; las gotas ahora eran afiladas y mayores en número... me ahogaba.
Y de pronto y sólo por un par de segundos, la luna se quitó el disfraz de nubes que tenía puesto. Pude ver aquella cara inmaculada, esa superficie misteriosa y pensé...
Pensé en Ella.
...Pensé en la chica que, como casi nadie lo ha hecho, en un atardecer apoteosico, me dio un abrazo. Ella... quise levantarme por Ella. Sin embargo no pude hacerlo hasta después de quince minutos. Y mientras mis intentos eran inutiles, me sentí muy triste. Abrumado por mi repentina debilidad. ...Quizá mi vida sea una eterna caída, nunca levantaré el vuelo.
Me puse de pie sin saber que el dolor desaparecería en dos días y al tercero volvería a entrenar.
Tardé casi diez minutos en bajar las escaleras. Cojeando alcancé la sala, prendí la luz y el reproductor musical. Escuché quince veces una canción que me recuerda a la chica que me abrazó, de un grupo no sólo favorito mío también de Ella... ¡Ella!... En esa madrugada lluviosa sonó "Love Of My Life" de Queen. Y mientras la voz de Freddy Mercury hablaba de un amor sin límites, yo permanecí sentado, empapado y con el rostro sombrío.

miércoles, 9 de julio de 2008

EXTRAÑO

Te escribo porque se que me escuchas, ahí, dentro de la almohada te has de esconder para adentrarte en mi oido, llegar a la frente y proyectarle tu imagen a mis vicios.

Te escribo porque no soy palabra que se deja en el aire y aterriza segura a lado de tu mano, más bien soy hoja de árbol que arrancada por el viento se mueve de techo en techo de nido en alma.

Te escribo porque ya me canse, de mensionarte en mis sueños y terminar haciendo el cafe.

lunes, 7 de julio de 2008

El fulgor de una cascada.

Un sábado estaba en la casa de mi amigo Diego...
...Eran tiempos de bonanza, de irresponsabilidad, nuestros robos y vandalismos eran menores, cada noche soñabamos con mujeres desnudas, cada día gritabamos creyendo ser libres, asistíamos a fiestas cada viernes, no hacíamos las tareas, y por un momento, ¡sólo un momento!, nuestra adolescencia también se llamaba inmortalidad...
Un sábado salimos de la casa de mi amigo Diego - ubicada en el norte de la Ciudad - y caminamos hacia la colonia aledaña donde vive otro camarada, alguien apodado el GORDO.
Un sábado, entonces, eramos tres rebeldes bajo un atardecer inspirador, queriendo hacer algo, pero sin decidir que. Yo, tan necio como siempre, quería jugar un videojuego de peleas. Ni Diego ni el gordo tenían consolas en sus casas por lo que, trás mi vigésima petición, nos encaminamos hacia un centro comercial.
No tardamos en llegar a una avenida sobrepoblada con tiendas para cualquier necesidad; y mientras el gordo y Diego hablaban sobre sexo, yo observaba los alrededores.
En una parada un trolebus se detuvo y permitió el decenso de un tumulto de jovenes. Hombres en su mayoría, lucían frescos y limpios. Con peinados cortos y mucho gel en el cabello. Camisas con el cuello impoluto, pantalones de mezclilla caros y tenis nuevos. A pestaban a perfume, sus celulares sonaban con insistencia.
Me distraje al escuchar algo que dijo el gordo:
- ...Le pregunté a mi amiga: ¿Quieres que te haga sexo oral?. Y ella al principio no quizo...
Cuando mi mirada regresó hacia el frente, hacia aquellos jovenes que parecían postales, entre ellos, noté el caminar de una chica. Un caminar distintivo, solitario, sus formas delicadas y su porte llamativo. Vestía de negro, con elegancia y su cabellera rubia oscura, larga y natural era la cascada de una región aún no descubierta.
Entre aquella barahunda de jovenes presumidos y alguna que otra joven con las piernas demasiado abiertas, ella era un lucero vespertino. Varios chicos la señalaron y otros, al rebasarla, voltearon a ver su rostro atrevidos.
Esa tarde yo me sentía ganador. Sabía que, a diferencia de los tantos otros, ella voltearía hacia mí. El local de videojuegos estaba cerca y yo obligue a que mis acompañantes apresuraran el paso. La rebasamos. Y cuando llegamos a aquel tugurio y mis amigos accedieron, yo me detuve en la entrada y voltee lentamente hacia ella...
...Sí, era hermosa. Tan bella como encontrar vida después de un terremoto devastador. ...Nunca olvidaré a esa chica, a alguien que ahora llamo CASCADA; venga lo que venga en lo exigua que será mi vida: Nunca la olvidaré...
...Sí, era hermosa. Pero su rostro tenía un problema. Su rostro estaba lleno de barros. Barros grandes y rojos. Y quizá por ello sus ojos eran tristes, su expresión melancolica. De pronto volteó hacia mí, nos miramos, e inmediatamente ella, apenada, bajo la mirada. Tal vez pensó que yo era otro de los tantos que la despreciaban, de lo pinches culeros de mierda que se burlaban de ella.
Me sentí atraído, pero también me sentí enojado. Voltee hacia ella otra vez cuando su figura estaba lejos, cuando su imagen se perdió entre la gente. Experimenté la compasión y mis manos se volvieron puños. Mi amigo Diego regresó por mí y con voz firme me reclamó:
- ¡¿No querías jugar maquinas?!
- Ya no - le contesté.

jueves, 3 de julio de 2008

El último beso en la oscuridad.

Nunca han besado mi boca.
Nunca he sentido unos labios junto a los míos palpitar.
Siempre estoy lejos. Siempre habrá una diferencia.
Ahora, en los primeros semestres en la Universidad, en la Facultad de Filosofía y Letras, volteo y sonrío con melancolía: Tantas chicas han pasado, tantas historias de amor que han quedado truncadas, tantos deseos hechos polvo...
Mujeres bizcas que miran demasiado, galanes de pacotilla que dicen bellas mentiras, atardeceres nublados y papalotes que escapan de las manos: Siempre me resisto.
Amores que brillan una noche y se apagan al amanecer, poemas vueltos fuego y la timidez como una soga en el cuello: Siempre llego tarde, siempre estoy lejos.
Ahora, con los años, pensando en lo que pudo haber sido y no fue, quisiera arrancarme los labios. Quisiera ser mucho más hijo de puta y perra de lo que soy, vagar de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, enamorando prostitutas...
Pero me detengo, hay una luz que nunca se apaga.
...En estos momentos de mi vida tengo tres sueños inmensos, nobles:
Hacer una pelicula, publicar un libro y dar un beso en la boca.
Si algún día sucede, morir con una sonrisa después, que el primero también sea el último beso en la oscuridad.

BARA!, BARA! LA GÜERITA!

mmrggg mmmrggg....

Hoy les he venido a presentar un animal inusual, una mascota que todo hombre desearía tener; si usted tiene una similar al ejemplar que continuación le voy a presentar no la deje ir, son bastante extrañas de encontrar y casi puedo asegurar que solo hay una: ¡la mía!; pero bueno basta de tanto alarde glorioso y pasemos a la máxima presentación de la noche...


Así la presentaron, sobre una enorme caja con una tela de terciopelo rojo, rodeada de fuegos artificiales que la enceguecían, con cuatro hermosos caballos atados a las esquinas delanteras de la caja, estos servían naturalmente para trasladar al espécimen por toda la pista y que ella no moviera ni un solo dedo, bastaba con que siempre sonriera al público para que la gente arrojara todo lo que traía enzima por tenerla una hora junto a ellos.

Como verán, es la única que llora sin derramar una lagrima, jamás pide algo, espera pacientemente a que uno la voltee a ver, responde mejor que cualquier perro a las míseras caricias que a uno le sobren... sabe hacer reír, no habla si no le otorgan el permiso y esta dispuesta a desgarrarse la piel y perder los colmillos por defender a su dueño en cualquier situación (aún sabiendo que no existe una buena razón). Lo mejor de todo es... es ¡ciega!, nunca vera cuando usted le miente, si usted dice que la quiere ella lo creerá, si le dice que es horrible lo creerá tan bien como si tuviera un espejo enfrente. ¡Ah!, pero eso no es todo, tiene unas orejas muy extrañas, funcionan como una especie de tapón que impide escuchar todo lo que sea ajeno a los sonidos de su dueño, por eso siempre estará atenta a cualquier palabra y silbido de llamado. Le salva de trabajos que usted no halla hecho, es capaz de desvelarse dos días por ver a su dueño felizmente descansado y contento, es su única paga, ¡vaya!, ni alimento pide, con las sobras de la cena se consuela la muy tonta, y si usted es dadivoso con ella ya estuvo que nunca le soltó. Bueno, eso es un defecto realmente, porque, de alguna manera uno se termina hartando de tanta fidelidad...
Su ex -dueño la boto en un callejón, y ahí me la encontré, sola y aullando lastimeramente a todo el que pasaba... (La verdad es que me estoy hartando un poco de ella...) por eso he venido a ponerla al alcance de ustedes.

¡Pero, aseguro que usted, si usted joven, usted la querrá hoy!, ya después cuando se canse la vende... (Ella esta acostumbrada a ser de todos y de nadie... estas muy bien acostumbrada ¿verdad?)...

Y la sonrisa en el hocico quemado,
y la vergüenza hecha nudo en la garganta,
y el llanto en los dientes,
y la cabeza bien alta y llena de chipotes,
y las patas frías y sangrando,
y la espalda arqueada para vomitar,
y los ojos apagados y mustios...
... los dientes encajados en el brazo, la sangre en el hocico, la ira en los ojos...
Las gruesas lágrimas por fin brotaron.

- Mire este espécimen, mírelo bien, ¿no le parece preciosa?
- No doctor, la piel la tiene manchada y llena de roña, su hocico esta lleno de espuma, esta flaca y pulguienta...
- Es que usted no la esta viendo bien... aquí adentro..., si, mire, asómese, sin miedo.... aquí hay un corazón, lo acabo de encontrar... ¡SE LO VENDO!


.....

miércoles, 2 de julio de 2008

Estación Juaréz. (Segunda y última parte).

...Un sábado fuí al centro de la Ciudad.
Llevé una mochila negra que llené con algunos libros, comics de Spawn, una figura de acción, videojuegos y discos de música electronica. Con el crepúsculo lacerando la faz de la Ciudad, decidí regresar a casa. Entré a la estación Juaréz del metro. Me detuve sobre la línea amarilla y precautoria del andén. Y mientras planeaba comprar hamburguesas en la estación Tacubaya, noté -a unos metros a mi derecha -que un hombre recorría, insistente, desde la pared hasta la orilla del andén. De una manera discreta volteé a verlo: era un señor güero, algo calvo, alto, con panza. Llevaba puesto un pantalón de mezclilla azul cielo, playera y tenis blancos: su indumentaria estaba sucia. Caminaba de un lado a otro impaciente. Y mientras lo hacía murmuraba groserías. Su rostro turbado y su boca feroz hicieron que desconfiara de él. A pesar que yo miraba de frente, hacia el andén opuesto, por el rabillo del ojo vigilaba a aquel hombre. Temía que de pronto se acercara a mí y me arrebatara todas las porquerías que esa tarde había comprado.
El trén no tardó en acercarse. Y mientrás me rebasaba (yo estaba parado en la mitad del andén), inmóvil, con la cabeza agachada, supe lo que pasaría. ...Aquel hombre, cual árbol en un bosque, se precipitó hacia las vías del trén. Escuche un chillido y luego los frenos del vehículo. Hubo una pausa.
...¡El asesinato perfecto es el olvido!...
Después el conductor bajo del trén, maldijo y corrió hacia el final del andén para llamar por teléfono y quizá pedir ayuda. Los curiosos comenzaron a acercarse, admirar el escupitajo sanguinolento en el que ese hombre se había convertido. Un par de señoras lloraron y un anciano cerró los ojos.
Yo no volteé, aunque hubiese querido hacerlo. Metí las manos en los bolsillos de mi chamarra, me mordí los labios y caminé lentamente hacia la salida.

martes, 1 de julio de 2008

Estación Juaréz. (Primera parte).

Al terminar mi educación secundaria comencé a vivir en la casa de mis tíos.
En aquel primer verano, en una colonia placida, limpia y discreta - la colonia Alfonso XIII -, entre gente amable, algo simpatica, no tan ignorante o brutal como aquellas a las que estaba acostumbrado, mi encomienda era cuidar a la mamá de mi tío.
En las mañanas, en esa casa grande (que ahora se ha reducido), estaban la cocinera, un familiar de mi tío que recomponía ciertos muebles, un joven autista que se dedicaba a barrer o a ir a los mandados, mi tío Santiago que es dentista y mi tía Ciría que es maestra de filosofía.
Por las tardes, cuando mis tíos marchaban al trabajo y los restantes a sus casas, yo era el acompañante de la dueña del lugar: la señora Guadalupe Robles de 90 años de edad.
Doña Lupe era una mujer de carácter fuerte, era caprichosa y soberbia. A pesar que para ella yo era un ser despreciable, fuí su única compañía las últimas tardes de su vida (ahora, con los años, siento cierta simpatía, cierta melancolía por su figura breve y a la vez inmensa).
Mi deber era subirla a su habitación, realizarle encargos, alcanzarle cosas, encaminarla hacia el baño; exactamente a las seis servirle su merienda. Las tardes las pasabamos en su cuarto: Ella rezando, yo jugando videojuegos.
Cada fin de mes Doña Lupe recibía una pensión. Dinero que gastaba en antojos, paseos y objetos personales. Dinero que guardaba en una pequeña bolsa negra. Y de pronto, cuando ella estaba en el baño, sin dudar, yo extraía uno o dos billetes. Con el dinero juntado en cinco días y el que me daban mis tíos al pedirles, llegaba el fin de semana. Llegaba el sábado, el domingo, y yo era un quinceañero con varios billetes en los bolsillos y toda la tarde y toda la Ciudad para mí.
Tuve muchas aventuras, pero ninguna compañía: Desde entonces mi caminar era solitario...