(Para una chica sin nombre que pudo enamorarse de mí.)
Alenka y Alfredo salieron a la Ciudad en busca de olvidarse de todo... sin lograrlo.
Ella llevaba zapatos negros de tacón, pantalón ajustado de mezclilla azul cielo. Una pequeña bolsa negra que hacia juego con su cinturón (con una hebilla discreta) y suéter de cuello de tortuga también negro. Levemente se había pintado el rostro (brillo en los labios, un poco de pintura en los párpados) y su cabello semi largo caía libremente. Alfredo llevaba una sudadera negra cerrada completamente, en la parte de adelante - a la altura de su corazón - el
logo pequeño del
ying yang. En la parte de atrás ese mismo
logo, pero centrado y agrandado lo suficiente para no pasar desapercibido. En ese momento de su historia Alfredo tenía el cabello largo, peinado al estilo libro abierto. Las puntas, en la parte de atrás, se mantenían desordenadas, casi alcanzando su hombro. Llevaba tenis negros con vivos en rojo y un pantalón - algo ajustado - de mezclilla azul cielo (casualidad fue que ambos vistieran similar).
Caminaron erguidos. Ella con un toque sensual, él como si supiese una verdad poderosa. Sus manos no se tomaron en ningún momento, de pronto ella volteó hacia él y descubrió un rostro con cien galaxias dentro.
Lo primero que hicieron esa tarde fue asistir a un cine. Llevaba un día de estreno una película llamada "Alguien voló sobre el nido del cuco" del director Milos Forman.
Alenka quedó conmovida, Alfredo no dijo nada. Acto seguido ella pidió ir a un local de hamburguesas. Él se resistió a entrar a establecimientos estadounidenses (
makdonals,
vurger quin...) por lo que optaron por un discreto lugar donde los dueños atendían. Cada uno comió dos hamburguesas, bebieron una
malteada de fresa compartiendo el
popote. Antes de irse, suavemente, comenzó a escucharse una canción de
Sophie Ellis Bextor llamada "
Is it any wonder". Él apartó unas hebras de cabello de la cara de
Alenka. Ella le sonrió con dulzura. Alfredo pagó y dio las gracias. Salieron al atardecer con emociones distintas. Ella complacida, él alerta.
Hablaron de temas varios, recorriendo las calles sin rumbo fijo. A veces los paseantes masculinos miraron fijamente a
Alenka.
Alenka los evitó aferrándose al rostro de Alfredo. Y Alfredo miró hacia el suelo.
De pronto se encontraron recorriendo avenida Reforma. La acera por donde caminaron albergaba una exposición al aire libre. Alfredo había perdido el habla dos calles antes. Ella miró las fotos: grandes lienzos donde los sueños vivirían por siempre. Algunos viandantes se detuvieron para observar mejor las
imagenes. Entre ellos, unos esposos discutieron la temática de una foto; su hijo de seis años volteó hacia
Alenka y Alfredo y les sacó la lengua.
Alenka sonrió divertida. Alfredo le devolvió el mismo gesto al niño recordando cuando así era de pequeño.
- No logro verme con un hijo -
Alenka dijo casi para si misma.
Él clavó la mirada en una foto donde un hombre sin brazos, con la cabeza levantada e hincado, estaba en la iglesia frente a un Cristo crucificado. Entonces Alfredo dijo:
- Hay veces que pienso que deberías estar a lado de alguien que valiera la pena.
- ¿Por qué? - ella preguntó con una expresión desconcertada.
- Algo surgirá para llevarnos de aquí y alojarnos en el olvido.
- No te entiendo.
Alfredo miró otra foto: un papalote cruzaba los aires desde un barco de pesca. Dijo:
- Sería un error si me entendieras.- observó la lejanía - No soy como tantos otros que se sienten incomprendidos y buscan comprensión.
- ¿Qué eres? - ella dudó en si tomarle la mano o apoyarse en su hombro, al final continuó sin tocarlo.
- Me siento y me creo incomprendido. Pero debo
serlo, es lo que quiero.- Alfredo miró la penúltima foto: un perro huía de una casa en llamas a punto de caerse - Un misterio siempre es atractivo...
- Pero muy pocas personas resuelven los misterios. -
Alenka dijo y de repente supo que aquella tarde se llenaría de trascendencia para ambos.
- Eso es lo que quiero. Seguir alejado.
- Entonces, ¿por qué estamos juntos? - la última foto era sobre un hombre que se enfrentaba a un tanque.
-
Contestame tú.
Alenka no pronunció nada. Por un instante creyó que él rompería su relación con un golpe en el pecho y un escupitajo. Pero Alfredo articuló:
- ¿Sabes qué me molesta de ti?
- ¿Qué? - preguntó ella a su vez, asustada.
- Tu perfección.
- No soy perfecta.-
Alenka se sintió halagada, cerró un puño con fuerza - Tengo muchos defectos.
- La modestia también es parte de tu perfección.- Y Alfredo consideró que se equivocaba, ella aún no alcanzaba ese nivel superior, vedado para tantos otros.
- Cuando me conozcas mejor sabrás que soy una
chava como cualquier otra. Nunca seré perfecta.
- No, nunca serás como cualquier otra. Indivisible, permanecerás eterna.- Alfredo pensó en alguien más, se sintió deprimido.
Avanzaron unos metros en silencio. Ambos se conocieron una tarde de verano hace poco más de tres años. Él repetía su primer primer año escolar y ella llegaba con la nueva
camada de
preparatorianos. Ella lo enfocó, atrapada. Él,
tímido en ese tiempo, deseaba tener una primera novia. Hasta un par de años después ambos comenzaron a hablarse. Quien los presentó
fue un amigo mutuo apodado
Ritchie. Iniciaron una relación más profunda - sin llegar a llamarse novios- al final del año escolar anterior.
Alenka rompió el silencio con la trascendencia.
- Quiero que hoy antes que nos separemos hagamos el amor por primera vez.
Alfredo volteó a verla turbado. Tuvo que decirle:
- Todo puedo cambiar para siempre.
Abrazaron otra vez al silencio. Ensimismados, ella dudó sobre su petición, él quiso algo diferente.