miércoles, 24 de agosto de 2011

Regresar a casa

El escritor, enfurecido, arrojó el bolígrafo, lejos de sí. Éste calló sordamente sobre aquél maldito escritorio de su padre que de ningún modo, nunca, usaría para escribir, recordó.

Casi rió cuando percibió la última ironía trazada por su mano, en un instante, para variar, y con el bolígrafo, desde la punta de sus dedos  hasta aquella superficie plana. Se incorporó y se abasteció de papel.