sábado, 23 de agosto de 2014

Andares sinuosos (5)

Salí de la librería, después de pasar varias horas leyendo libros viejos que me gustaría comprar y que no puedo comprar y que no voy a comprar porque... Y pensé en la economía, pensé en la economía durante horas, primero mientras pagaba para meterme al metro, después mientras me negaba a dar limosna a los limosneros, más adelante en mi viaje pensé en la economía cuando me puse a contar las palabras de un verso.
  Pensé también en la situación en que viven tantos poetas clandestinos que no se atreven ni a mostrar sus palabras de tan clandestinas que son. ¿Para quién? ¿Por qué? ¿De qué ley se resguardan? ¿Por qué los llamo clandestinos, pues? ¿Su obra subversiva es ilegible? ¿Su obra es ilegible y por tanto subversiva? Supongo que ambas cosas. Pensé en mí también, y me pregunté si acaso era o soy yo mismo un poeta clandestino. Me reí para mis adentros. La gente del metro es una grosería. A veces se me bota la canica y me quiero liar a golpes con los vendedores, con los mendigos, con las taquilleras, con los transeúntes, con los que viajan en carro y miro desde el tren, desparramados en sus cochesitos chocones, son lo mismo aquí que en el Cusco o en Maracaibo, lo sé, lo he visto, lloro de rabia, rabio, babeo las ventanillas del metro.
  ¿Qué criterios clasifican a un poeta como un poeta clandestino si no hay nadie más que yo mismo para clasificarlos? Pero me parece una idea bien pertinente intentarlo, ponerles un mote, y me regresa muchas veces este dilema a la mente, así que lo voy a intentar destaparlo. El pozo, digo, destapar el pozo de los buenos deseos, el pozo donde estamos hacinados todos los poetas clandestinos, allí donde armamos fiesta, donde nos contagiamos enfermedades, donde nos hartamos del olor de nuestra propia... No son tiempos de poéticas y manifiestos: son tiempos del no-morir.
  Albeto, por ejemplo, es un poeta que merece más de lo que tiene y que probablemente nunca reciba nada de nadie, ni siquiera un reembolso honorario por lo mucho que ha puesto sobre la mesa por muchos años. Pero es un clandestino por empecinado, por circular en torno a los mismos lugares, como coche que tiene la dirección torcida y siempre tiende a irse al carril de la izquierda, para bien o para mal, acelerando se mantiene, aferrando las manos a la rueda que da tirones y da problemas y da frustración, pero a él nunca le da nada nadie. También por hacer y deshacer sin que nadie le hubiera pedido ni una sola palabra. Estoy seguro de que su familia más bien le pide dinero. Estoy seguro, además, de que el dinero que gana aquí y allá no le basta y por eso camina tanto, es él quien les pide a ellos, lo escucho en mi oído si cierro los ojos y pierdo la página en que voy en mi libro: "Papá, necesito pedirte un favor, es por lo que hago, tú sabes cómo me niegan el dinero en todos lados". Escribir es contradictorio a su propio bienestar.
  Qué me perdone si puede. Si no, que me lea y que me escriba. ¿Qué podría hacer en lugar de mirar las noches transcurrir por la ventana y soñar con salir al mundo para ser recibido por un público que le sonría, lo mime, lo eleve en brazos y lo lleve cargando en hombros hasta el podio de la buena fortuna de las letras mexicanas? Debería salir al mundo y ser recibido con indiferencia, acostumbrarse a sentir el frío por la mañana con una chamarra puesta, sentir así mismo el calor insoportable al medio día que sólo los meses estivales... (estoy imitando su habla nada más de evocarlo). Debería acostumbrarse a la indiferencia o mejor aún, acostumbrarse al desprecio. Acostumbrarse a ser él mismo y vivir con las consecuencias de sentir en un pueblo de organismos desenchufados, añorando la electricidad, el contacto, la luz. Soñar, debería aprender a sólo hacerlo de noche y con los ojos cansados, podrá volar entonces, porque en otro momento, aunque sus palabras conjuren tiempos hermosos, lagos y/aves, plumas suavecísimas, indomables brazos de un condor...

 Qué bonito nos hablamos los poetas entre nosotros, no se ofendan si al resto de ustedes los tratamos como animales. Resígnense. A ustedes se la mando sin "agua va": háganle como puedan. Nosotros todavía tenemos algo contra lo qué necesitamos pelearnos. Para probar quién sabe qué, para escondernos de todo, para mirar desde dentro del pozo las estrellas. Para escuchar el vaiven de las olas, las lombrices en la tierra, los carros en el carril de alta velocidad.

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